Hem pensat que començar amb un dels temes que més ens preocupa als pares: els límits.
A les classes podeu trobar lectures que fan referència al tema i a continuació també.
L’AUTORITAT
I ELS LÍMITS
REFLEXIÓ
L’autoritat (límits, pautes) és tant important com l’afecte. La manca
d’autoritat provoca desprotecció, desorientació, absència de punts de referència, com a conseqüència a les
criatures en entorns sense autoritat els costa acceptar els “NO” i aprenen a no
fer cas de res; nenes i nens desenrotllen una manera de fer despòtica i
agressiva i esdevenen uns “petits tirans”. La manca de pautes i límits fa que
les criatures creixin sense oportunitats d’aprendre i diferenciar el que està
be i el que està malament i, en
conseqüència no poden desenvolupar una consciència moral.
Quan dimitim de la nostra
funció educativa, ens adonem de les conseqüències negatives que provoquem en el
procés d’aprenentatge de les criatures?
Hi ha pares a qui els costa exercir una autoritat competent: el desig de tenir bon ambient; la
necessitat conscient o inconscient de
compensar els fills pel poc temps que passen
amb ells; les ganes de convèncer
(i no voler imposar); una certa
desconfiança en els fills i en la seva pròpia autoritat, la por a la
frustració ... són algunes de les causes que els fa ser més permissius del compte, els hi resta energia, els fa
evitar la confrontació, els fa sentir malament quan posen límits i els
porta a la claudicació
Tenim actituds
compensatòries? Ens sentim malament quan hem d’actuar amb autoritat?
Malgrat la tendència a
pensar que l’autoritat i els límits porten “mal rotllo”, l’experiència ens
demostra que és justament el contrari. Les criatures necessiten les pautes i
els punts de referència que els límits posen en evidència, això els dona
tranquil·litat i, a la vegada, els permet establir una bona relació de respecte
i d’afecte amb l’adult que el protegeix amb la seva autoritat. Les criatures es
rebel·len més contra els adults sense autoritat: s’hi relacionen amb
insatisfacció, sense respecte i, fins i tot, amb agressivitat. Els límits, els
“NO” no agraden, però quan són clars, coherents i argumentats, redueixen
l’ansietat de la criatura que prova i prova per veure si pot fer canviar
l’actitud de l’adult.
La protesta de les criatures
ens fa canviar de criteri? Ens adonem com s’exaspera una criatura que no sap a
què atenir-se perquè l’adult es comporta diferent segons el dia?
Estar convençuts i
entendre la necessitat d’autoritat de l’infant és bàsic per posar més energia a
l’hora de transmetre normes i pautes.
Per mantenir una autoritat educativa competent i eficaç cal:
§ ser coherents entre el que es diu i es fa
(model)
§ pautes clares i raonades, constants
§ ser enèrgics, confiar en la pròpia
capacitatà (no desanimar: ”és que mai..., és que
sempre... t’he dit 40 mil vegades...”)
§ evitar enredar-nos (promeses o amenaces
impossibles)à fer més i
parlar menys (per no perdre els papers)
§ confiar en els fills i la seva voluntat
d’actuar bé
§ tractar-los sempre amb respecte (no
insultar-los... no “etiquetar-los”)
§ criticar l’acció, no la persona
§ evitar càstigs i amenaces perquè els
infants puguin ser conscients de les conseqüències (positives o negatives) de
les seves accions
§ actuar amb empatia i reconèixer i valorar
l’esforç que ha de fer l’infant
§ SER POSITIUS. LES FELICITACIONS DONEN MÉS
GANES D’ACTUAR BÉ QUE LES CRÍTIQUES.
Els límits s’han de
posar amb paraules, poques, però s’han d’acompanyar amb accions. Han de passar
coses. No hem d’evitar les possibles conseqüències perquè són precisament
aquestes les que fan que la criatura pugui entendre si li val la pena i les raons de les normes (ex.
si triga massa no hi haurà temps pel conte..., si no menja a l’hora de dinar,
després tindrà gana...). Els advertiments, perquè siguin eficaços cal que la
criatura els experimenti. Les criatures petites aprenen sobretot per
l’experimentació que dóna el significat a les paraules.
Ens funcionen els advertiments quan després no es fan efectius? Sabem
diferenciar premis i càstigs de conseqüències?
Permetem que els petits
experimentin les conseqüències del seu fer o no fer? Som capaços d’anar deixant
progressivament el control a les seves mans?
Límites a los niños. Cuándo y
cómo. C. Nitsch, C Von Schelling. Ed. Medici
Porqué los niños necesitan
límites.
Las pautas de comportamiento sirven
para regular la vida en sociedad, pero también pueden ser cuestionadas. Incluso
los pequeños de dos años pueden mostrar mucha energía y encanto cuando se trata
de ampliar su campo de libertad. Los niños desean poner a prueba los límites.
Durante la edad el “no” y la pubertad disfrutan especialmente verificando la
consistencia de los mandatos de sus padres.
Las hijas y los hijos no quieren
ni deben ser sólo buenos y obedientes ni aceptar lo que los adultos pretenden
de ellos. No les hace ningún bien obedecer siempre, resignarse y considerar a
los adultos como autoridades omniscientes. Todo lo contrario. Para poder
desarrollarse como seres autónomos y seguros de sí mismos es mucho mejor que
investiguen a fondo lo que pretenden los adultos; que aprendan a plantear preguntas críticas sobre el tema y que no se
limiten a ser simplemente testarudos ante las pretensiones de los padres: “¿Por
qué no puedo quedarme a dormir en casa de mi amigo?”. O bien: “¿Por qué no puedo
jugar primero en el jardín y luego arreglar mi cuarto?”.
Los hijos y las hijas se dan
cuenta muy rápido que no todas las reglas se dictan por su bien. Algunas son
tan sólo fruto de un estado de ánimo o bien tienen como finalidad cimentar el
poder de los padres. Tanto mejor que aprendan muy pronto a oponer resistencia.
Los límites que imponen los
padres no sólo serán verificados en lo que concierne a su coherencia y
adecuación, sino que serán simple y puramente rechazados: “Vuestras normas no
son las mías. ¡Yo hago lo que quiero!. O
bien: “¡No pienso amoldarme a vuestros gustos!”.
Todos los niños deben excederse
de vez en cuando, enfadarse con los padres y sacarles de quicio para saber cómo
se comportan los adultos y cuáles son los modelos imperantes en el ambiente
social en el que crecen. “¿Cómo reaccionan los adultos cuando yo utilizo los
tacos que ellos consideran tabú?”, o “¿Se enfadan cuando aparezco sin arreglar
para el desayuno, o se quedan indiferentes?”.
- Todo niño desea tener unos padres que saben qué
hacer y lo que puede ser permitido, y que saben también transmitir esta
seguridad.
- Todo niño desea tener padres predecibles y
dignos de confianza y que también se toman en serio las normas acordadas.
- Los límites son medios de ayuda, pilares
importantes para limitar el terreno de juego, para que el niño pueda moverse en
él de una forma segura y protegida.
Los puntos más importantes a
la hora de establecer límites.
Un clima familiar cálido, abierto
y cariñoso es una de las premisas más importantes para establecer límites:
cuando los niños se sienten reconocidos y queridos están más dispuestos a
aceptar las normas.
- Los padres solo inspiran confianza cuando están
totalmente convencidos de lo que exigen a sus hijos y mantienen sus ideas.
También han de estar dispuestos a luchar por el cumplimiento de las normas.
Antes de que los padres impongan un límite es preciso que reflexionen sobre qué
grado de importancia tiene para ellos el asunto en cuestión.
- Es mejor proponer sólo unas pocas normas para
poderlas así defender mejor. El clima familiar será más agradable si no hay
demasiadas reglas para obedecer. Un exceso de preceptos consigue crear
confusión, limitación y acaba siendo ineficaz.
- No hay que perder la flexibilidad: es importante
repasar de forma constante la validez de los límites y de las normas impuestas. Las limitaciones
que tienen un sentido en un determinado momento pueden tal vez ser retiradas un
par de meses más tarde si han perdido su validez. No hay que defender ideas
fijas sino adoptar una mentalidad flexible.
- No hay que olvidar nunca el sentido de los
límites. Es preciso que sean respetados. Los límites tienen también su
importancia para que los niños los pongan a prueba e incluso se los salten. Es
importante que los niños experimenten hasta dónde pueden llegar y observen si
los padres se mantienen firmes en sus ideas. Los niños tienen que ejercitar y
practicar una resistencia sana.
- Los padres deben tener sumamente claro qué es lo
que están dispuestos a hacer por sus
hijos. Siempre es mucho más fácil controlar el propio comportamiento –para
cambiar ciertas cosas- que el de los demás.
- Es importante intentar buscar siempre el motivo
del comportamiento (indeseado) del niño; tras cada actuación existe siempre una
motivación, una necesidad, un objetivo o un conflicto. Para evitar
controversias es esencial no quedarse únicamente con el comportamiento visible
del niño, sino ponerse en su lugar.
- Dar una explicación a las propias actuaciones,
para que el niño comprenda por qué los padres imponen ciertos límites. Para
ello los padres deben llegar también a un acuerdo entre sus expectativas y
fines educativos.
- Los padres deben intentar ser una buena imagen a
través de la cual los niños puedan orientarse. Cuando los padres exigen una
forma de comportamiento en sus hijos que ellos mismos no cumplen, su
credibilidad es escasa.
Los padres deben dejar bien claro
que ellos tienen derecho a la tranquilidad, al propio tiempo, así como a un
trato respetuoso y amable.
Con el cariño no
basta. Samalin, Nancy. Ed. Medici.
Capítulo 3
La trampa de la felicidad. Por
qué es tan difícil establecer límites.
Todos los padres quieren que sus
hijos sean felices; pero, a veces; este deseo impide que consigamos una buena
disciplina. Si la necesidad de que los niños sean felices y nos amen es
demasiado fuerte, nos resultará imposible decirles que no.
Los padres saben que es preciso
establecer ciertos límites para enseñar a los niños un comportamiento apropiado
y aceptable. Pero a ellos no les gustan los límites. No nos sonríen con
simpatía y nos dicen: “Gracias por obligarme a que me cepille los dientes,
recoja los juguetes, diga “gracias” y “por favor”, comparta las cosas con mi
hermana, me vaya a la cama a las nueve de la noche...”. En lugar de ello, los
niños nos contestan, se enfadan, nos ignoran o nos desafían. Seguro que no es
un signo de felicidad.
En los momentos en que es
importante establecer una buena disciplina, los niños, además de detestar
nuestras normas y peticiones, nos detestan a nosotros. A los niños les es muy
difícil distinguir entre lo que somos y lo que hacemos. Cuando insistimos para
que hagan algo que no quieren o cuando nos negamos a sus caprichos, es
frecuente que tengamos que oír: “No eres mi amigo... Ya no te quiero.... Eres
mala.... No me quieres.... Te odio....”
No nos gusta nada perder
popularidad frente a nuestros hijos. Necesitamos reconocer y aceptar el hecho
de que los niños están tristes y se enfadan con nosotros cuando les ponemos
límites. En ese momento nos detestan, pero su resentimiento es momentáneo.
(...) Es más fácil poner límites cuando éstos se refieren a valores
que usted intenta enseñar y cuando está dispuesto a aceptar el riesgo de un
enfado. Cuando usted está enseñando un valor moral como la honestidad, el no
pegar o no mirar programas de televisión violentos, es preciso que se mantenga
firme con las limitaciones. Si cede porque no quiere que su hijo sea infeliz,
le resultará muy difícil transmitirle esos valores.
En diversas rutinas diarias con
niños no aparecen muchos de los valores que deseamos enseñar. Nos resulta
difícil establecer unos límites acerca de un determinado comportamiento porque
no tenemos ideas muy claras sobre el tema en cuestión. Tal vez seamos ambiguos
en tales situaciones pues no estamos muy seguros del tema o porque no deseamos
enfrentarnos al malhumor del niño si le decimos que no.
(...) ¿Por qué las explicaciones nunca funcionan bien? Porque nosotros
solemos dar muchas explicaciones a nuestros hijos en un intento de hacerles cambiar de opinión y conseguir que
estén de acuerdo con nosotros. Esperamos que comprendan la explicación, y que
no se enfaden con nosotros. Pero, después de mil razonadas palabras, los niños
siguen queriendo lo que antes querían, y con la misma intensidad. Y entonces,
nosotros hemos de volver a la tensión de no darles lo que desean.
Cuando la madre de Theo observó
que sus explicaciones no servían para nada, probó algo más efectivo. Reconoció
los sentimientos de su hijo: “Ya te he oído. Estás enfadado y molesto”.
Permaneció segura de sí misma.
(...) Cuando los niños dicen: “Eres malo/a... No me quieres... eres
injusto/a...” y otras frases por el estilo, porque no quieren aceptar los límites,
algunos padres pueden sentirse tentados a admitir “Bueno, tal vez soy demasiado
brusco..l. quizá si tuviese más paciencia... si pudiese estar más tiempo con
él, no tendría tan malhumor...”. Estos sentimientos de culpabilidad, unidos al
deseo de que nuestros hijos sean felices y nos amen, pueden disipar los
intentos de conseguir una buena disciplina. Muchos padres nos expresaron su
experiencia de caída en la “trampa de la felicidad” y sus posteriores
sentimientos de culpa y de fracaso: “Cuando ella está furiosa contra mí, a
veces pienso que yo soy el causante” “Me considero un buen padre cuando ella
está contenta, y malo cuando no lo está”.
(...) Si usted es capaz de olvidar su constante necesidad de sentirse
amado, establecerá límites y se dará permiso para decir “no”. También puede
permitir que sus hijos estén enojados, enfadados, molestos o, incluso,
hostiles. Cuando consiga saltar de la “trampa de la felicidad”, reconocería y
aceptará los sentimientos de su hijo, sin por ello dejar de enseñarle un comportamiento
adecuado. Pero ello no significa que tendrá todo el día un niño contento, que
irá diciendo: “Gracias por decir “no” mamá. Respeto tus límites”.
Limita los límites
http://www.mama-om.es/limita-los-limites/
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